El endeudamiento de nuestro gobierno y las empresas, con entidades en el exterior ha llegado a límites exorbitantes hasta el punto de hablar de números de doce cifras en dólares. Según las estadísticas entregadas por el Banco de la Republica, el crecimiento de la deuda externa se movía en los índices superiores al 10% en octubre cuando se realizó el corte. El indicador es equivalente al 25.3% del producto interno bruto colombiano, una cifra escandalosa que hace años no se presentaba.
Aunque la cifra de cien mil millones de dólares asusta a cualquiera, no representa la capacidad total de endeudamiento, sin embargo el crecimiento acelerado de la deuda se ha visto muy activo desde el año 2008 cuando la deuda solo representaba el 19% del producto interno bruto, la deuda se graba debido a los niveles desbordantes de las divisas, la trepada magistral del dólar hizo que la cifra se hinchara dejando al descubierto la diferencia entre la capacidad de producción y la mitigación mínima de la deuda.
Dadas estas circunstancias, el saldo de la deuda en pesos colombianos se hace mas elevada, por lo que representa un impacto negativo en la economía. El total de los cien mil millones, 60% fue destinado al sector público y los préstamos se hicieron a largo plazo, mientras que las empresas solo hicieron préstamos por el 40% de ese valor y también la mayoría de los préstamos proponen utilidades futuras.
La utilidad mas representativa para acceder a este capital fueron los préstamos, luego los bonos que tanto las empresas como el estado ha adquirido, lo que representa un 90% de los valores, el otro 10% corresponde a bonos en el exterior, créditos comerciales u otros mecanismos mercantiles.
Cuando un dinero entra a Colombia mediante créditos, se debe destinar a obras públicas o pago de servicios, no para engordar cerdos en la política, una sana administración de dichos fondos no tiene efectos negativos en la economía nacional, en el caso extremo de corrupción lo mas probable es que los centros monetarios comiencen a confiscar recursos que le pertenecen directamente a el pueblo. (Lee también: Colombia un país de carteles)